Permission to Dance y el poder testimonial histórico del Pop

11 Jul

Una de las cosas que más me gusta sobre la música popular y su capacidad de expresión de la cultura en el mundo post Industrial (es decir, de producción masiva y relación social mediante consumos) es la posibilidad que tiene de ser expresión de los tiempos que vivimos, como todo arte en la Historia, esa construcción que se ha hecho de lo que hemos pasado (han pasado) como humanidad. Al respecto hice mi tesis de grado universitario y me permitió encontrar métodos y justificaciones teóricas para mi eterna obsesión sobre las canciones y sus significados, tanto en la creación como en la apropiación, entendido como el ejercicio que hacemos quienes escuchamos y las convertimos parte de nuestras vidas.

Es por eso que ALUCINÉ con el último lanzamiento de BTS «Permission to Dance». Bueno, llevo un tiempo alucinando con ellos y sobre mi gusto/amor/fanatismo podría contar muchas cosas (y sobre todo ruidos jijijijijiji), pero la más concreta es que amo la lectura que tienen como banda de los tiempos y en especial en las coyunturas extraordinarias que hemos pasado, porque su trabajo en pandemia ha sido impecable y así pasaron de ser un fenómeno que me interesaba a ser la banda de cabecera en estos meses. El fenómeno que significó Dynamite, su primera canción completamente en inglés, lanzada en el momento preciso con el mensaje preciso ( I got the medicine so you should keep ya eyes on the ball no podía sonar más exacto para subir el ánimo como fuese en medio de la primera ola de COVID19 donde cantar «Life is Dynamite» era sustancialmente más poderoso que en cualquier otra instancia) y sobre todo ese testimonio diverso de emociones pandémicas que es su disco BE, lanzado en noviembre 2020 y que funciona perfecto como relato de los estados de ánimo frente a Cuarentenas e incertidumbres. A quien no le pasó.

Ya estos ejercicios pop mostraron que BTS hizo gala de su fama como la banda más famosa del mundo (y la boyband más popular de la segunda mitad de los 2010s) y asumieron el rol de entretenedores sociales cuando más se necesitaba, siendo coherentes con la actitud como banda portadora un mensaje positivo que tant@s fans le habían dado. En ese sentido Permission to Dance no es sino otra cúspide de este ejercicio, y uno hecho con mucho más detalle a lo que significa dejar testimonio para el futuro o escribir Historia con una canción de 3 minutos.

Necesidad de hacerlo no tenían mucha: sacaron un exitoso single Butter hace muy poco y que se plantea como «canción para el verano» del hemisferio norte, una estación que recién empezó hace un par de semanas, y para ser un lado B del single respectivo y apoyar las ventas de la versión en físico, podía ser cualquier canción eficiente porque el fanbase ARMY iba a apoyarlo de todas maneras, una garantía interesante en términos de impacto mediático (del cual me gustaría profundizar en otra instancia). Pero lo hicieron, encargaron una nueva canción en inglés a sus compositores de confianza y a un colaborador como Ed Sheeran y junto con su concepto completo (coreografía y videoclip) crearon un ejercicio pop que interpreta las vibraciones (y necesidades anímicas) de los tiempos como lo anunciaban en el teaser de la canción, con la portada de diario que explica toda la intención detrás.


Permission to Dance entonces no es ni un single ni un comeback ni ninguna denominación industrial. Permission to Dance es sobre todo un ejercicio de música popular contextual. BTS se puso al servicio de la canción y sobre todo del contexto histórico que les tocó sobrellevar. Y al ponerse al servicio involucra cambiar hasta los mismos formatos que han sostenido su carrera, porque la Rap Line (acaso base característica del KPop) termina cediendo su protagonismo al tener que cantar más tradicionalmente, lo cual siempre es arriesgado considerando que hay una fanaticada que llegó ahí precisamente por la propuesta propia y los cambios pueden desencajar las costumbres de consumo de los fans más acérrimos.

Pero los ejercicios pop, la capacidad de poner la canción para su tiempo por sobre todo, conllevan decisiones, y las que tomó BTS en Permission to Dance conceptualmente son emocionantes. El video clip es un desfile de detalles de estos tiempos que realzan oficios, profesiones, espacios comunes cotidianos que se vieron profundamente afectados por la pandemia: la escuela (caracterizados por una profesora, un auxiliar de aseo y por estudiantes), oficinistas (con un mensaje explicito de «welcome back» «bienvenidos de regreso» ante la esperanza de una pronta regularización de actividades), los trabajadores de envíos que fueron fundamentales en estos tiempos y la mesera, representación de trabajadores del sector de Servicios que vieron sus fuentes laborales suspendidas por las puertas cerradas de restaurantes cafés y negocios gastronómicos en general. Todos poniendo la cara al trabajo con la mascarilla correspondiente, y todos visitados por el «fin del COVID» anunciado en el periódico, representado por los globos lilas (color de ARMY, además)

El video también rescata actos cotidianos que se hicieron escasos y peligrosos durante la pandemia: compartir con los compañeros de trabajo, los niños jugando al aire libre, tomar la locomoción colectiva o darse un beso en público, actos que se revistieron de un riesgo inédito durante estos meses. En todas las situaciones ilustradas, quienes la protagonizan bailan, coherente con el mensaje que cantan de que «nada puede detener como nos movemos» y que «no necesitamos permiso para bailar». Un precioso homenaje a la música como forma de resistencia anímica frente a los tiempos difíciles.

Lanzar esto en momentos donde el desgaste de la Pandemia empieza a revelar la otra afectación, la de la salud mental, es una decisión artística preciosa. No sólo por lo necesario que es tener espacios de ánimo, entusiasmo y esperanza, sino por lo universal de la afectación que estamos teniendo como especie. Permission to Dance es la canción más «universal» de BTS (con todo lo hegemonico que el concepto puede resultar) pero a la vez esto tiene sentido en la inclusividad: el vídeo muestra diversidad de personas, diversidad de pieles y diversidad de edades, pero también menciones preciosas a la denominada «discapacidad» que no es sino las diversidades de capacidades que nuestros cuerpos tienen, lo que está reflejado en el detalle en la oficina haciendo referencia al trabajo con la discapacidad, algo que fue profundamente agradecido por fans activistas al respecto.

Estas menciones no cobran sino mayor fuerza (preciosa fuerza) en la coreografía final, realizada en lenguaje de señas con los conceptos de «diversión» «baile» y «paz». La universidalidad del tema se vuelva inclusividad con este detalle, donde BTS deja su concepto artístico más clásico, en este caso es del baile, y omite sus coreografias intensas e impresionantes por algo mucho más simple, compartible y sobretodo incluyente para quienes no podrían escuchar el lenguaje musical de la canción.

Esto, sumado a autoreferencias que la banda se realiza en el uso de la lavandería y el escenario del desierto hace que el video esté lleno de detalles legibles hoy, pero sobre todo entendibles con mejor perspectiva en el futuro. Sumado al espíritu de consuelo de la lírica hacia una generación que ha visto años de sus vidas sociales perdidas (probablemente los más efervescentes), la canción funciona incluso como un testimonio generacional.

Según el sociomusicologo Simon Frith, la música popular desde la segunda mitad del siglo XX «ha constituido una vía fundamental para entendernos como sujetos históricos», en la capacidad que tienen las canciones en cristalizar pensamientos y sentimientos que están en el aire. En el avance del proceso de vacunación y la estabilización (momentánea pero más entendible) del número de contagios, y en el descalabro de ánimo que el desgaste y cansancio va arrastrando en nuestros espíritus, tener una canción al respecto es un aire fresco hoy, y es un pedacito de esperanza de mañana. Sin desmerecer el proceso creativo que puedan tener otros artistas cantándole ahora al amor u otros tópicos, que necesario se hace encontrar en el disfrute de una canción el cauce a un sentir social.

El consumo cultural genera sensación de pertenencia a una edad, clase o época, y eventualmente Permission to Dance será una memoria que evoque los recuerdos de esta época tan difícil para tod@s, especialmente para la hoy juventud. Por que es una canción pop, si, en su sentido más obvio y repetitivo. Pero Permission to Dance es lo que es (y sobre todo, lo que será) porque es un testimonio para el futuro. Es la memoria de una esperanza que puede resultar arriesgada considerando que falta aún la clásica tercera ola (especialmente con una cepa ultracontagiosa como resulta ser la llamada «cepa Delta») pero que está pensada para más allá del presente incierto que aun vivimos. Está pensada para el futuro y que no se nos olviden los detalles de lo que vivimos, está pensada para llegar a esa premisa de la vida de que todo, todo, todo va a pasar.

Una respuesta to “Permission to Dance y el poder testimonial histórico del Pop”

  1. Iris 11 julio, 2021 a 14:04 #

    Te quiero mucho Ceci ❤️

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